Nunca quise destacar. En un mundo sacado de un juego de reverse harem, me tocó ser la amiga bonita y funcional, esa que siempre queda en segundo plano para que la protagonista brille más fuerte. Y lo acepté. La historia llegó a su final feliz, ella se casó con el Gran Duque del Norte, y yo… pensé que por fin podía vivir tranquila. Incluso me comprometí con uno de los hombres que no fueron elegidos, convencida de que una vida normal me bastaría. Hasta que mi prometido decidió que quería convertirse en el amante de la protagonista casada. Ahí supe que todo estaba podrido. Porque no era solo él. Todos los hombres a mi alrededor parecían dispuestos a revolcarse por ella. Todos… menos uno. Su primer amor. El único que se atrevió a rechazarla. Y como ya estaba harta de perder incluso sin jugar, le propuse algo: un romance. ¿Por amor? No exactamente. ¿Por curiosidad? Tal vez. ¿Por venganza? Definitivamente. Y cuando él aceptó con una sonrisa peligrosa, entendí que esta vez no iba a ser una pieza decorativa más. Esta vez, yo iba a escribir mi propia historia.
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